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    Escribe:
    Marcelo
    Aguinsky
    Disquisiciones sobre el tiempo perdido

    Escribe:
    Marcelo
    Aguinsky
    Disquisiciones sobre el tiempo perdido

    Conversación entre Marcelo Aguinsky y Marcos Aguinis*


    Hace algunos meses, las paredes del Tribunal, en la sede judicial de Av. de los Inmigrantes, cambiaron de pronto su fisonomía. El rescate de 105 relojes despertadores, guardados por más de 20 años en la caja fuerte de un juzgado vecino sin que nadie pudiera determinar su procedencia, se transformó en una propuesta artística.

    Con ese disparador, el juez Marcelo Aguinsky recibió a Marcos Aguinis, autor de más de cuarenta libros y uno de los escritores más valorados por el público de Hispanoamérica. La charla con Aguinis, lejos de ser una propuesta escrita con los cuidados minuciosos con que acostumbra a publicar sus obras, transcurrió como una fluida reflexión acerca del tiempo perdido.


    Marcos Aguinis: La muestra me pareció un descubrimiento notable. Y más notable todavía, la idea de usar esos materiales olvidados, descartados, desechados, en la materia de una instalación con significados múltiples, variados e inspiradores de muchas interpretaciones. Hoy en día nos encontramos en los museos con elementos muy primitivos, muy estúpidos, y construcciones que no dan origen a muchas ideas. Esto sí da origen a muchísimas ideas. Recién estábamos hablando de la asociación que hice apenas vi la obra, con los relojes de Salvador Dalí. Los importantes de su obra son tres relojes: uno rígido y dos blandos que revelan cómo el tiempo en algunos momentos parece duro, inamovible -como su vínculo con Gala, su musa inspiradora-, y otros son elementos gelatinosos, que marcan un tiempo nada permanente. Pero más interesante todavía es reflexionar sobre algo que diferencia al ser humano de los demás seres vivos es que el hombre ha descubierto el tiempo. No creo que ni siquiera los monos más desarrollados tengan una conciencia tan clara del tiempo como el ser humano. Esto posiblemente ha provocado la urgencia por descubrir, por acumular quizás, por mejorar la salud, cuidarla. Y esto tiene relación con este descubrimiento del tiempo.

    Marcelo Aguinsky: Quizás nos diferenciamos de los animales porque ellos sólo viven el presente, no tienen recuerdos. Pero tienen reflejos que les permiten conocer el peligro y no repetir el error. Contrariamente a lo que sucede con los seres humanos.

    Aguinis: Actualmente se está poniendo de moda la meditación, que verifica la importancia que se le da al presente dejando de lado el futuro y el pasado. Como que el hombre necesita recuperar algo que ha ido perdiendo. Pero ganó la conciencia de la historia y los procesos de transformación que llegan a través del tiempo. Virtud que los animales no tienen. Quizás una forma de descansar de las urgencias y angustias humanas sea volver a esa animalidad donde no hay conciencia del tiempo. Yo prefiero tener conciencia del tiempo más allá de que produce angustias y dificultades.

    Aguinsky: Hablando de museos, y por supuesto de Dalí, uno piensa en Europa. Pero cuando uno está en Europa, la mirada hacia América todavía es de un continente joven.

    Aguinis: Ven un continente joven al mismo tiempo que ven un continente que no logra avanzar lo suficiente.

    Aguinsky: Pero también nosotros parados en la vereda de enfrente nos vemos así, con un cierto grado de indulgencia. Pienso que todavía somos una sociedad en formación.

    Aguinis: Claro que sí. Tenemos mucho para progresar y para avanzar. Lo que ocurre es que no logramos muchas veces compatibilizar las expectativas. Nos cuesta diferenciar los momentos en que la Argentina tenía un gran empuje hacia arriba o hacia adelante, con momentos en que tiene un retroceso que asusta. El país tuvo para mí tres o cuatro momentos de gran avance positivo. Uno fue la etapa de la Independencia, de los próceres, de Belgrano. La importancia de su pensamiento, su gesta, su calidad humana, su inteligencia, visión y su honestidad. Después viene la época de la Constitución Nacional, tras un tiempo de anarquía, desorientación y confusión, analizado de distintas maneras por lo historiadores, desde luego. Pero en la mitad del siglo XIX la Argentina pega un avance extraordinario que sirvió para seguir explorando hacia dónde se iba, la línea era correcta a pesar de las dificultades de esos tiempos. Algo similar a este momento del país, cuando creo que estamos en camino correcto, aunque es muy difícil verlo de esa manera y apoyarlo con firmeza. Luego viene un período a partir de 1930, con el golpe de Estado. Fruto del encandilamiento que se produce en gran parte del mundo con el fascismo. La Argentina comienza a trastabillar y a orientarse en esa dirección. Eso lleva a que paulatinamente la Argentina pierda oportunidades muy grandes.  Que se desacelere y vaya hacia atrás. Entrando a este edificio, en Av. de los Inmigrantes 1950, antigua sede del Ferocarril Belgrano, estábamos hablando de cómo la Argentina perdió el avance impresionante que significan los ferrocarriles. Un país que tenía trenes que podían servir para una novela de Agatha Christie, con coches de lujo que paulatinamente fueron cayendo y cayendo. Eso significó que la Argentina fragmentada se atrasaba, se desconectaba. Y en este momento estamos, otra vez, tratando de recuperar el tiempo perdido.

    Aguinsky: Los relojes de la instalación figuran, junto a otros muy diversos objetos, en una certificación actuarial que a manera de inventario testimonia todo lo que se encontró en una caja fuerte olvidada dentro de un juzgado. La Argentina nunca mostró un inventario de lo que tiene, todos hablan de la Cataratas, de los Glaciares. Pero en cada rincón del país donde por ahí llegaba el ferrocarril hace unos años, hay cosas y procesos para que se los reconozca como parte importante de nuestro activo. No hay inventario de recursos humanos. Tenemos gente que ha estudiado, se ha recibido y que es figura descollante en el exterior en todo tipo de disciplina que uno quiera encontrar, muchas veces más trascendentes que los futbolistas.

    Aguinis: Exactamente.

    Aguinsky: Un inventario en momentos en que compartimos la vida digital, donde uno abre un tema y todos pueden contribuir. No sabemos todo lo que tenemos. Es lo primero que hace un juez cuando asume el cargo. Hace un inventario porque aparece una causa que tiene ocho cuerpos y después otro dirá que eran doce. Es un ritual, pero es certeza a la vez. Ningún gobierno que asumió hizo un inventario de la Argentina.

    Aguinis: Parece que no nos interesa, casi. Es curioso eso, no sabemos exactamente las riquezas que hay acá y sin embargo vivimos discutiendo acerca de lo ricos que somos.

    Aguinsky: Así como algunas veces decretan un feriado para hacer el censo nacional, habría que establecer un día de inventario nacional. Hay un montón de razones para recuperar el tiempo perdido. La Justicia también tiene que poner mucho de lo suyo.

    Aguinis: Así es. La Justicia argentina ha tenido sus altibajos. Sus ondulaciones. Hay momentos en que la Justicia argentina era ejemplar.

    Aguinsky: Pero también se han multiplicado las demandas de la gente por Justicia. La Justicia antes no era una protagonista central de la escena nacional y hoy, al menos en la agenda que nos proponen los medios, está en todos los rincones.

    Aguinis: Se le demanda mucho. Diría que en general vivimos en una sociedad con muchos desequilibrios, consecuencia de los grandes errores en las últimas décadas.

    Aguinsky: Creo que hay un concepto errado en la gente. Dicen hoy, pensando en Discépolo, que no se distingue al burro del gran profesor. Pero se seguirá distinguiendo, porque la capacidad intelectual sigue siendo fruto de un esfuerzo. Internet nos da un montón de cosas, pero para encontrar lo que uno quiere, hay que saber buscar. Nos dispara una lluvia, y a veces tormentas, de información que no se sabe para qué sirve o qué espacio llena. Hay que tener una formación para sacarle jugo a eso y poder encontrar lo verdaderamente útil.

    Aguinis: Hace más de setenta años que Discépolo escribió Cambalache. Su letra tiene una sabiduría, una profundidad que nos deja atónitos. Tiene actualidad, sigue vigente. Describía muy bien lo que ocurría y lo que sigue ocurriendo. Me acuerdo que puse el tango, con todas sus letras, en el libro “El atroz encanto de ser argentino”. Fíjese que Planeta usó para la tapa la ilustración del mito griego de Sísifo, que lleva la roca hacia lo alto de la montaña y cuando accede a la cumbre, la roca vuelve a caer. Entonces vuelve a llevar de nuevo la roca hacia arriba, con ese esfuerzo estéril de subir y bajar, subir y bajar. Sintetizaba acertadamente la idea que yo tenía. Hemos perdido mucho tiempo en hacer esfuerzos que abandonamos, con la lógica frustración posterior de no lograr nada.

    Aguinsky: De todos modos, lo noto optimista con estos tiempos.

    Aguinis: Así es.

    Aguinsky: Voy a compartir su optimismo de una manera moderada. Creo que cada vez estamos menos peor. Incluso no sería bueno que sintamos que estamos bien. Nos quitaría la zanahoria para poder avanzar. Donde mejoramos mucho es en la sinceridad. Los argentinos estamos más sinceros.

    Aguinis: En eso coincido plenamente. Como que tenemos una mirada más clara, más sincera, más descarnada de lo que nos pasa. No estamos en condiciones de actuar como Japón o como Alemania, donde un presidente diga que hay que trabajar una hora más para salir más rápido de la crisis.

    Aguinsky: Hablemos de sinceridad, no de crudeza.

    Aguinis: (risas) En ese sentido, a los argentinos nos cuesta entender que el progreso pasa por el esfuerzo, por el trabajo, por el esmero y no por la protesta. En la Argentina se ha establecido casi como una obligación que hay que protestar. Es como el niño que llora cuando tiene hambre y llora cuando le duele algo porque no se puede arreglar por sí mismo. Entonces ese llanto, esa protesta expresa que hay una sociedad argentina muy grande que no se siente capaz de poder mejorar su situación y hacer algo para que su sí mismo. Entonces protesta para que otro lo arregle y ¿el otro quién es? El Estado. No se piensa que el Estado somos nosotros mismos. Cuando en la Argentina nos quejamos de que hay poco trabajo, no pensamos por qué. No pensamos que la poca inversión se debe a que no hay seguridad jurídica.

    Aguinsky: De eso tengo algo para decir. Lamentablemente la Argentina ha vivido en sistemas de emergencia todo el tiempo. Eso ha obturado la evolución natural de las instituciones. Cuando un gobierno deje de invocar eso como un comodín que nos saca de los problemas, el que le sigue no va a tener la excusa de echarle la culpa al anterior.

    Aguinis: Nos cuesta hacer una autocrítica. Es como tener un reloj despertador, como los que aquí se exhiben y no haber marcado la hora que tiene que actuar para despertarnos. Después decimos: “¡Qué mal que funciona este reloj!”. En la Argentina hemos tenido momentos de claro avance, de gestiones brillantes que fueron saboteadas por los argentinos, como las presidencias de Frondizi e Illia.

    Aguinsky: Será quizás, jugando con las palabras, que el tiempo roto en una Argentina irrompible no genera pesar.

    Aguinis: Está bien esa palabra, no genera pesar. Ningún pesar. Actualmente el malestar se genera por lo mal que andan ciertas cosas.

    Aguinsky: Quizá podamos proponer algo para las próximas marchas y protestas. Que los carteles, además de poner los derechos que se exigen, pongan las obligaciones que se comprometen a cumplir.

    Aguinis: Esta es una propuesta revolucionaria. Como por ejemplo cuando se recuerda a Churchill, ahora que está de moda, decía que sólo prometía sangre, sudor y lágrimas. Uno piensa en la Argentina, un líder que haga esta propuesta no dura ni un segundo. Alemania nos da dos ejemplos. Después de la Primera Guerra Mundial donde sufrió también muchísimo, dio lugar al nazismo. Era una reacción asociada al patriotismo, a querer que las cosas marchen bien, pero en la dirección equivocada. La dirección era el militarismo, la guerra otra vez, con agresión hacia los vecinos. Recién después de la Segunda Guerra Mundial, Alemania tomó el camino correcto. Entonces los argentinos podemos decir: “bueno, después de habernos equivocado tantas veces y tanto. ¿No es ahora el momento de empezar a pensar cuál es el camino correcto?” Qué tenemos que criticar en serio porque va mal, pero al mismo tiempo qué tenemos que apoyar porque va bien. Aquí en la Argentina no hay ese apoyo que el país necesita. Ojalá no se vuelva atrás. Será un tiempo ganado.

     

     

    *Publicado en la revista Y Considerando N° 126, Abril 2018

     

     

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